La tierra no se vende

La tierra no se vende

Mario cabalga sonriendo, una medialuna de blancos dientes en un rostro que tiene el color de la tierra. El caballo trota y Mario sigue sonriendo y cabalgando sin silla. Cabello negro y espalda erguida sujeta con fuerza las riendas, Mario ha olvidado el sombrero que el abuelo, Felipe, atentamente le pasa desde el coche en el que viajamos y le dice que vuelva a casa que ya es hora de almorzar. Estamos en Nexquipayac, municipio de Atenco, en una zona de campo periurbano a unos 30 kilómetros del centro de Ciudad de Méjico. Las tierras por las que Mario cabalga orgulloso han sido el centro del debate nacional y de luchas sociales los últimos 14 años, desde que  él aun no había nacido. A pesar de esto, también él ha estado activamente implicado en la lucha para defenderlas. De hecho, con 5 años, Mario desfilaba por las calles del Distrito Federal (el nombre con el que se conoce aquí a Ciudad de Méjico) con un machete en la mano para pedir la excarcelación del abuelo Felipe, quien, junto a otras decenas de miembros de esta pequeña pero aguerrida comunidad había sido arrestado en mayo de 2006. De más de 200 personas arrestadas Felipe Álvarez, Ignacio del Valle y Héctor Galindo habían sido condenados a 67 años de prisión y otros 10 condenados a 31 años.

Para intentar entender el porqué de estos arrestos hay que dar un paso atrás hasta el 22 octubre 2001 cuando, el gobierno de Vicente Fox (ex administrador delegado de Coca-Cola en Méjico), anuncia a lo grande el proyecto para la construcción de un nuevo aeropuerto en la capital mejicana, como sucede a menudo con las “grandes obras”, sin consultar a la población local que vive en las tierras donde se debía haber construido el aeropuerto y obviamente sin obtener su aprobación. Un procedimiento contrario a las normas nacionales e internacionales, como la convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo, aprobada en 1989 y ratificada por Méjico y otros 21 países, entre ellos tristemente Italia y otras potencias económicas con fuertes intereses comerciales en tierras indígenas, debilitando la aplicación a nivel internacional. La convención otorga a los indígenas, como  las comunidades que viven en San Salvador Atenco, un conjunto de derechos fundamentales, esenciales para la supervivencia, como los derechos sobre las tierras ancestrales y el derecho de decidir autónomamente el propio futuro.

Las comunidades, asombradas y preocupadas por el futuro de sus tierras reaccionan contra este comportamiento arrogante y prepotente con protestas espontáneas inmediatas que incluyen marchas semanales en la capital y boicoteando las decisiones de los órganos comunitarios que debían decidir el futuro de la tierra. Las comunidades piden solamente el respeto de las leyes nacionales e internacionales y de sus derechos como ciudadanos mejicanos y como indígenas. Nace así la movilización social que llevará a la formación del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. El gobierno Fox ofrece una compensación por las tierras expropiadas de 7 pesos mejicanos al metro cuadrado (unos 70 céntimos de euro al metro cuadrado según  el cambio del momento). 7 pesos al metro cuadrado por la vida, la historia, la cultura y la identidad de un pueblo que vive en esas tierras desde hace cientos de años.

Al año siguiente, en 2002 llega la victoria legal para las comunidades de Atenco, la tierra no puede ser expropiada por lo que cae el decreto. El FPDT obtiene el apoyo de la sociedad civil nacional e internacional pero el gobierno, como un amante despechado, rechazado y herido inicia un trabajo de criminalización de la protesta popular y de intimidación de las comunidades que han rechazado su plan.

Nadie puede olvidar los días 3 y 4 de mayo de 2006 cuando el amante rechazado, el gobierno mejicano decide desahogarse con violencia contra la población de Atenco. Aquel día estalla una dura represión por parte de la policía y del ejército mejicano. El detonante, o mejor la excusa, es un conflicto entre la policía y 8 vendedores de flores en el mercado de San Salvador Atenco. 4.500 policías son enviados a este pueblo que tiene un total de 14.000 habitantes incluidos ancianos y niños. Estos 2 días de violencia brutal en el que las comunidades locales bloquean la carretera y causan 2 muertos: Javier Cortés (14 años) y Alexis Benjumea (20 años), 27 mujeres violadas/abusos, decenas de heridos (entre ellos 33 policías) y 207 arrestos (de los cuales 146 definidos como arbitrarios). El caso fue llevado ante La Corte Interamericana por los Derechos Humanos ya que las víctimas sentían que no habían obtenido justicia. El Estado mantiene que las acciones fueron llevadas a cabo por pocas manzanas podridas (16 policías fueron arrestados por violencia contra civiles), pero del proceso resulta claramente que la violencia ha sido buscada y querida también por las altas esferas para asustar a la población. De 2006 a 2010 las comunidades viven una movilización permanente para pedir la libertad de los detenidos, en esta situación las mujeres han tenido un papel fundamental, bien creando un movimiento fuerte y unido con sus maridos encarcelados como después de su excarcelación. El papel de las mujeres que empezó como soporte de los hombres, poco a poco ha ido cambiando, convirtiéndose en un papel de protagonistas de la lucha política y social. Pero, a menudo, las mujeres más jóvenes que quieren participar en las protestas, encuentran una fuerte resistencia por parte de sus madres, suegras, hermanas y de los mismos hombres. La igualdad de género es algo todavía muy lejano en estas comunidades pero seguramente las mujeres han desempeñado y desempeñan un papel muy importante encontrando cada vez más espacio y siguiendo en la lucha para obtenerlo.

Por fin, en 2010, los 3 últimos detenidos son puestos en libertad para alegría de Mario que después de 4 años pudo abrazar a su abuelo Felipe por el que marchó con el machete alzado. Felipe, sin que Mario lo oiga, nos cuenta los mencionados días de violencias en Atenco, la experiencia en la cárcel entre narcotraficantes, los abusos sufridos por parte de la policía penitenciaria, las huelgas de hambre para obtener mejores condiciones y la solidaridad de su gente.

En los últimos años el FPDT ha multiplicado sus iniciativas para defender su tierra, tierra que como nos dice Sergio Grajales es su historia, cultura e identidad, además de ser la principal fuente de ingreso para muchas de las familias de Nexquipayac. La lucha transcurre por vías legales ya que desde el punto de vista hidrogeológico la zona no es adecuada para la construcción de un aeropuerto pero las dudosas valoraciones socio-ambientales llevadas a cabo por el gobierno no han visto lo que expertos independientes están ahora demostrando con hechos científicos. Además, sobre la tierra que el gobierno quería asfaltar para construir el aeropuerto se han descubierto importantes restos arqueológicos aztecas, entre otros un acueducto y varios lugares de culto. Partiendo de esta herencia cultural el FPDT ha desarrollado varias iniciativas culturales como la ceremonia solar de 16 de mayo en el cerro Tepetzinco donde el sol está en el cénit y la sombra desaparece durante 3 minutos, día de celebración para los antiguos aztecas y ahora evocado de nuevo para recuperar las propias tradiciones pre hispánicas fuertemente unidas a la tierra, al agua, al sol y al cielo, factores fundamentales para hacer crecer el maíz, comida básica y planta sagrada para los pueblos indígenas.

En 2014 el gobierno de Peña Nieto ha relanzado el proyecto del aeropuerto, ofreciendo ahora 150 pesos al metro cuadrado (alrededor de 8 euros) a quien sea expropiado y prometiendo la creación de un parque ecológico, de un área de conservación ambiental y varios programas sociales. La gente de Nexquipayac no se deja engañar fácilmente porque en estos últimos 14 años ha desarrollado anticuerpos que les permiten ser inmunes a la mentira y falsas promesas gubernativas  y declaran con fuerza que: “la tierra no se vende, sino que se ama y se defiende!”.

Mario mira el horizonte, sigue cabalgando orgulloso por las tierras de Nexquipayac, el abuelo Felipe con sus manos rugosas, duras y fuertes de quien ha trabajado la tierra toda la vida, lo observa orgulloso y sereno, sabe que hay quien defenderá la tierra, el agua y el maíz. Sabe que hay un futuro para la gente de Nexquipayac.

“Un sentido agradecimiento a los amigos Silvia y Andrea que nos han acompañado a Nexquipayac y sobre todo a Felipe, Filemón, Sergio, Luis Ángel, Rosario y Jimena del FPDT que nos acompañaron al descubrimiento de su maravillosa tierra y comunidad”.

 

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