Chile: La dictadura de las multinacionales peor que los terremotos y tsunamis (parte 1)
Cabello largo y ojos azules, sinceros y tristes, Tomás Gonzales, unos 30 años, admite tímidamente: “Tengo miedo que muera mi torrente, el rio Maipo, reducido a un riachuelo todo el año en vez de ser un torrente siempre vivo, que cambia continuamente. Tengo miedo porque tendría que irme y dejar mi familia que, sin embargo, de allí no podrá moverse”. Chile, un país del que se oye hablar a menudo por terremotos y tsunamis, además de por la terrible dictadura que lo ha sofocado entre 1973 y 1990, afronta diariamente y lejos del clamor mediático, una labor sistemática de saqueo del subsuelo, contaminación ambiental y destrucción de ecosistemas únicos en el mundo. En fin, el verdadero terremoto es el hombre y el verdadero tsunami es la explotación salvaje de los recursos naturales, todo, bajo la “dictadura sutil” de grandes grupos empresariales, chilenos y extranjeros.
En Santiago de Chile, además de a Tomás Gonzales, activista de la organización comunitaria llamada Coordinadora Ciudadana Ríos del Maipo, hemos encontrado también a Sara Larraín, directora de la ONG ambientalista Chile Sustentable y a Francisca, Mafalda y Miriam. Algunas de las mujeres de ANAMURI, la Asociación Nacional Mujeres Rurales e Indígenas, que lucha por la soberanía alimentaria y los derechos de los campesinos.
Sara Larraín nos cuenta que el agua de Chile está casi completamente en manos privadas: “El agua ha sido privatizada, no en el período de la dictadura sino en el período de la transición “democrática” de los años 90, años en los que el agua fue comprada por empresas de capital extranjero como la Suez, que posee el 40% del agua del país, el fondo de inversión canadiense Ontario Teachers Pension Plan y las japonesas Marubeni y Mitsubishi que ahora aspiran a obtener hasta el 20% del agua chilena”.
Sara nos explica como la intensa actividad de extracción minera representa un serio riesgo ambiental para el país. Por ejemplo, la Barrick Gold*, la compañía más grande de extracción de oro del mundo, presente en Chile con la mina de Pascua Lama (oro y plata) y de Zaldívar (cobre) está destruyendo preciosísimos glaciales en la zona del desierto de Atacama, una de las zonas más áridas del planeta, donde el hielo representa la única fuente de agua dulce. La empresa pública CODELCO, que se ocupa de la extracción de cobre, está sin embargo expandiendo las propias operaciones con el proyecto Andina 244 (Chile central) y con el proyecto Teniente, en la región de O’Higgins (Chile meridional), multiplicando los factores de riesgo para el subsuelo y los cursos de agua chilenos. Una situación confirmada también por Tomás, nacido y criado en el valle andino de la cuenca del río Maipo, de cuyas aguas se aprovisiona el acueducto de Santiago y donde se está construyendo una de las más grandes presas hidroeléctricas del país.
Tomás nos cuenta apasionadamente: “La cuenca del Maipo es un ambiente frágil y no protegido por el Estado, donde se encuentran muchas actividades mineras, presas hidroeléctricas y agricultura convencional altamente contaminante. El proyecto de la presa del Alto Maipo es un enorme túnel de 70 km de un diámetro de 6 a 8 metros que secará el 90% de las aguas de los 3 ríos de la cuenca del Maipo: Volcán, Yeso y Colorado, dejando el río con sólo el 10% de su caudal actual por más de 100km. Están implicadas empresas transnacionales como la AES (USA) que ha obtenido el permiso de modo irregular y ha encontrado un partner necesario nacional como el grupo Luksic (accionista al 40%), una de las familias más ricas de Chile que financia todos los partidos políticos chilenos. El resto del consorcio que financia el restante 60% está compuesto por: Inter-American Development Bank, International Finance Corporation, Corpbanca, Banco de Crédito e Inversiones, Banco Itaú (Brasil), Banco del Estado de Chile, KfW Ipex-Bank GmbH y DNB Bank ASA. Al principio el proyecto había sido presentado diciendo que el objetivo era proporcionar electricidad a Santiago, mientras que después se ha ido cambiando el fin para apoyar la expansión minera en la IV región donde el grupo Luksic tiene importantes intereses económicos. Como ingeniero, Tomás subraya también que: “La central produciría mucha menos corriente de la programada porque han usado registros del caudal del río de hace 50 años cuando las lluvias eran mucho más abundantes. De los 530 KW programados, la central en realidad podría producir sólo 190KW de los que 128 serían dedicados a la extracción minera”.
El proyecto de la presa del Alto Maipo se inició el año pasado y ya se está excavando el túnel. El estudio sobre el impacto ambiental no ha tenido en cuenta lo que sucederá con los glaciales y aguas superficiales durante la excavación y una vez que el túnel se haya acabado. El ambiente de la cuenca del Maipo es muy complicado y rico, aloja numerosas maravillas naturales, sitios históricos y arqueológicos y fuentes naturales pobladas por una fauna única en el mundo. Tristemente, como nos cuenta Tomás: “Ya hay un fuerte impacto social por el aumento de la prostitución, del abuso de alcohol y drogas unido a la presencia de más de 2.000 trabajadores de las empresas vinculadas al proyecto hidroeléctrico”. El mismo panorama que dibujan también las mujeres de ANAMURI, las cuales subrayan como a menudo los proyectos mineros llevan como consecuencia indirecta el aumento del alcoholismo, violencia sobre las mujeres, prostitución y abuso de drogas que generan disgregación de las comunidades locales y tensiones sociales entre locales e inmigrantes por derecho al trabajo y la casa.
También la agricultura convencional, con el uso de fertilizantes, herbicidas y pesticidas, todos químicos, contribuye a empeorar las condiciones socio-ambientales chilenas, según ANAMURI: “La revolución verde ha impuesto en Chile el monocultivo para la exportación de uva de vino, frutas y hortalizas, provocando la pérdida de diversidad de culturas y el endeudamiento de los pequeños campesinos que han intentado satisfacer el mercado. Los pequeños agricultores están , sin embargo, más interesados en producir hortalizas varias para alimentar a la propia familia y en caso de extra, vender a las comunidades locales, antes que competir con las grandes empresas que es además imposible” y siguen: “Chile no posee grandes extensiones de plantaciones de soja como Argentina, Uruguay y Bolivia. Nos hemos salvado de esto porque no hay grandes espacios pero, de todos modos, la producción agrícola ha cambiado: por ejemplo ya no se cultivan el trigo o las legumbres sino que se importan con una consecuente y progresiva pérdida de la soberanía alimentaria y un fuerte empeoramiento de las condiciones de vida de los campesinos”.
Por suerte, ante este panorama dramático, como de frente a los muchos terremotos que han golpeado el país y a la cruel dictadura de Pinochet, los chilenos se movilizan y reaccionan.