Una mota de arena entre los engranajes de la industria minera. El caso de Xolobeni
El limpiaparabrisas se mueve rítmicamente, limpiando el cristal de la abundante lluvia primaveral que está cayendo sobre Durban. Estamos en Sudáfrica y después de haber explorado durante algunos días la ciudad con su fantástico paseo marítimo, renovado por el mundial de fútbol de 2010, sus playas y el estupendo acuario, nos estamos dirigiendo hacia el sur, en un coche de alquiler, parados en el tráfico de la hora punta. Una hora después salimos del centro de la ciudad atravesando su zona más fea y gris, la del puerto y las fábricas, rodeadas por las fatídicas township, los barrios-ghettos donde la población negra estaba obligada a vivir durante el apartheid y que aún hoy son las zonas urbanas más degradadas, pobres e inseguras.
Viajamos paralelamente a la costa, a nuestra izquierda el azul del Océano Pacífico, ante nosotros el gris de la autopista, ancha y bien asfaltada, que atraviesa las dulces colinas del kwaZulu-Natal, onduladas y verdes. Al borde de la carretera decenas y decenas de personas, bajo la lluvia, esperan uno de los muchos autobuses blancos que garantizan el transporte público. Para nosotros, italianos, es muy extraño ver tanta gente caminando por la autopista y que a veces la atraviesan corriendo, atemorizados por los coches que indiferentes pasan velozmente. Llegamos al Ku-Boboyi Lodge, un sitio delicioso. Ya ha anochecido, cenamos tranquilos escuchando el océano a lo lejos, interrumpido por las historias de vida del propietario. Hacia las 10, cansados, nos vamos a dormir. Nos levantamos por la mañana temprano, con una espléndida vista a la Leisure Bay, una playa dorada que marca el inicio de la Wild Coast, “la costa salvaje”. Nunca un nombre fue tan acertado, ya que se trata de un magnífico tramo de costa absolutamente incontaminado, aún no señalado por el cemento, el asfalto ni la explotación comercial, tan marcados a veces en otras zonas costeras de Sudáfrica.
Estamos aquí para encontrarnos con algunos representantes del Amadiba Crisis Committee (ACC), una organización comunitaria que está luchando para defender su territorio del proyecto de explotación minera desarrollado por la multinacional australiana Mineral Commodities (MNC). Esta compañía es propietaria de la Transworld Energy and Minerals Resources (TEM) y de la Xolobeni Empowerment Company (XOLCO), fundadas por la misma MNC para gestionar la mina y hacer propaganda de los hipotéticos efectos positivos derivados del proyecto de extracción minera para las comunidades locales. El plan está claro: explotar las arenas ricas de minerales presentes en la zona, transformarlas y exportarlas desde el cercano puerto de Durban a todo el mundo. El área interesada en el proyecto tiene una longitud de 22 km y una anchura de 1,5 km por un total de 2.867 hectáreas. Sólo el 5% de las arenas contiene minerales pesados, pero de este 5%, sólo el 65% tiene un alto valor comercial: 139 millones de toneladas de minerales contienen titanio, entre los cuales: ilmenita , circonio, leucoxeno y rutilio usados principalmente en la industria de pinturas. La MNC invertiría alrededor de 180 millones de euros para construir una planta de separación de los minerales y una fundición que daría trabajo a unas 300 personas.
En práctica, lo que la compañía está proponiendo es devastar casi 3.000 hectáreas de costa incontaminada, pero habitada por unas 15.000 personas, con un proyecto a larga escala de extracción minera, fábricas contaminantes y nuevas carreteras, desahuciar a 200 personas y anular para siempre el potencial turístico de la zona. Todo esto, para crear 300 puestos de trabajo, hasta que dure la extracción del mineral, o sea unos 20 años. Cualquier persona con un poco de sentido común estará de acuerdo en que la operación no tiene ninguna ventaja para las comunidades locales, las cuales se beneficiarían bien poco de los millones de euros generados por la venta de los minerales extraídos. Por este motivo, los habitantes de la zona se han mostrado siempre fuertemente contrarios al proyecto y dispuestos a resistir a este tipo de “desarrollo”. El proyecto, encuentra un sentido, puramente económico, sólo tomando en consideración los enormes beneficios para la compañía, casi 700 millones de euros, y para el gobierno Sudafricano, casi 170 millones de euros.
La historia de este proyecto se parece a muchas que hemos oído durante nuestro viaje: desgraciadamente, de Méjico a Chile, de Camboya a Sudáfrica, los grandes proyectos de “desarrollo” económico no prevén que las comunidades locales puedan elegir el destino de su territorio, de sus vidas. Resumiendo brevemente lo que ha sucedido en Xolobeni se puede ver como el comportamiento por parte de las multinacionales es violento y reiterado, de manera similar a lo visto en otros países y continentes. En 2002 se aprobó una primera licencia exploradora para extraer titanio de las playas de la Wild Coast. La relación entre la empresa y las comunidades locales fue empeorando cada vez más hasta 2006/7 cuando se produce un rechazo neto por parte de éstas hacia todo tipo de extracción minera. En 2008 el gobierno expide una licencia para la explotación, suspendida 4 meses después por nuevas protestas. En 2011 las comunidades hacen un llamamiento contra la concesión y la licencia es retirada. En marzo de 2015, la compañía MNC deposita una nueva demanda de explotación minera, la autorización del gobierno aún está pendiente, bloqueada por la resistencia de las comunidades locales que está parando la valoración de impacto ambiental necesaria para obtener la licencia de explotación.
Según los portavoces de la Amadiba Crisis Committee, la mina tendría un impacto tremendo sobre las 5 comunidades que viven en la zona y su ambiente natural. Los procesos extractivos consumirían de 13 a 15 millones de metros cúbicos de agua al año, cuando las mismas comunidades locales no tienen suficiente. La extracción de las arenas provocaría una gran transformación del estuario de los ríos y un serio daño a la fauna que vive en el parque de conservación marina de Pondoland. Impactos fuertes también desde el punto de vista social, causados por la expropiación de los terrenos, la recolocación forzada de enteras comunidades y la necesidad de construir una nueva autopista para transportar los minerales hacia el puerto de Durban. Una nueva carretera asfaltada en el lugar del descampado actual tendría como consecuencia un gran aumento de tráfico, de la contaminación y un cambio en los ritmos y los equilibrios de estas sociedades rurales que se han expresado claramente contra este tipo de desarrollo.
El enfrentamiento entre compañía minera y comunidades locales se ha recrudecido de nuevo la pasada Navidad con intimidaciones físicas, disparos, registros sin orden en el corazón de la noche, emboscadas y apaleamientos. Aún ahora la gente duerme en los bosques, lejos de sus casas por miedo: 4 personas has sido arrestadas por intento de homicidio durante las violencias de diciembre. Son 4 muchachos del lugar, seguramente corrompidos con algún puñado de rand (la moneda sudafricana) que en Navidades vienen bien para celebrar la fiesta de manera digna. No parece casualidad que 2 personas legadas a la multinacional MNC hayan pagado la fianza por los 4 sospechosos de homicidio frustrado pocas horas después del arresto. También los líderes comunitarios, a veces, ceden a la tentación de un puesto de trabajo, de un sueldo seguro o de un coche de lujo, a cambio del apoyo al proyecto. Ha sucedido al jefe del poblado de Bizana, uno de los poblados implicados en el proyecto: el señor Lunga Baleni, ha sido un acérrimo contrario al proyecto hasta que fue nombrado director de la Xolco, una de las sociedades controladas por la MNC. Así, por los intereses de una multinacional, se fomenta la corrupción, la violencia y el enfrentamiento social en comunidades que querrían sólo ser dejadas en paz, puestas en condiciones de trabajar la tierra, pastar las vacas y desarrollar el bien más sostenible, sector turístico. Algunos proyectos de eco-turismo ya se han puesto en marcha y son reglamentados según las modalidades y límites concordados a nivel comunitario, en asamblea y democracia, la verdadera, desde abajo, hecha de enfrentamientos pero de elecciones autónomas y compartidas, no según las reglas del aparato estatal sudafricano, donde, demasiado a menudo, las multinacionales mineras y el gobierno guiado por el African National Congress (ANC) deciden sin interpelar y sin consultar la voz de quien vive en su territorio.
Mzamo y Nonhle, de la Amadiba Crisis Committee, sonríen tímidos delante de una taza de té que hemos tomado durante nuestra larga entrevista. Son personas normales, humildes, sinceras, pero con sus palabras, sus sonrisas y sus miradas transmiten una fuerza interior excepcional, la fuerza de quien resiste a las decisiones impuestas desde arriba, la fuerza de quien cree en lo que hace, la fuerza de quien lucha para defender su tierra, su futuro y el de sus hijos. Por ahora el proyecto está parado. Xolobeni es más verde y exuberante que nunca, la pequeña organización formada por algún centenar de campesinos sudafricanos está parando una potente multinacional australiana apoyada por el gobierno sudafricano. Nelson Mandela dijo:” Parece siempre imposible, hasta que no se hace” los activistas del Amadiba Crisis Committee han demostrado que pueden conseguirlo, esperemos que sigan resistiendo a los gigantes de la explotación minera, de la destrucción del territorio y de la negación de los derechos humanos.
Para profundizar:
http://www.groundup.org.za/article/imbizo-xolobeni
https://wikileaks.org/plusd/cables/08PRETORIA2730 a.html
http://www.ejolt.org/wordpress/wp-content/uploads/2015/07/FS-27. pdf